
Los waffles belgas son uno de esos placeres que trascienden culturas y que han encontrado un lugar especial en nuestras mesas y paladares. Su distintiva forma, su textura crujiente por fuera y suave por dentro, los hacen destacar en cualquier desayuno o brunch. En el mundo de los waffles, no solo están los estilo belga, también los hay estilo americano. Pero hay algo innegablemente especial en los waffles belgas que los convierte en una opción irresistible.
¿Cuál es la diferencia entre los waffles belgas y los americanos?
Mientras que los waffles americanos tienden a ser más delgados y se elaboran con una masa más pesada, los waffles belgas son más gruesos y livianos gracias a su proceso de fermentación, que incluye la levadura de panadería.
Esta levadura no solo proporciona una textura más aireada, sino que también les da un ligero sabor a pan, que es característico de los waffles belgas.
Además, la forma también juega un papel importante: los waffles belgas suelen tener una cuadrícula más profunda, lo que los hace perfectos para recoger jarabes, frutas y crema batida.
Hablemos de los ingredientes

Los ingredientes que utilizamos para los waffles belgas son igualmente cruciales para lograr esa textura y sabor únicos. La harina de trigo, la mantequilla y el azúcar son elementos básicos, pero la adición de leche tibia y la levadura de panadería son lo que realmente transforma la masa. A diferencia de muchos waffles americanos, que a menudo utilizan polvo de hornear como agente de levado, los belgas dependen de la fermentación y la acción de la levadura para desarrollar una miga esponjosa. Esto no solo mejora la textura, sino que también contribuye a un sabor más complejo.
Notas sobre el proceso de elaboración


Siendo honesta, los waffles son una preparación que requiere de tiempo, como casi todas las recetas preparadas con levadura. Por eso es importante recordar que cada paso en el proceso de preparación de los waffles belgas tiene su propósito. Cada segundo cuenta para lograr esos waffles dorados y perfectos. No hay atajos.
Dicho esto, aquí algunas sugerencias que te permitirán disfrutar de estas delicias incluso en las mañanas más ocupadas:
- Utiliza leche tibia para acelerar el proceso de activación de la levadura. La leche fría retarda la fermentación, mientras que la tibia la acelera. Una temperatura de unos 100 °F (38 °C) es ideal. Si no tienes un termómetro de cocina, puedes probar la temperatura con el dedo meñique, debes sentirla un poco más caliente que tu temperatura corporal, pero sin llegar a quemar.
- Prepara la mezcla la noche anterior, déjala reposar en la nevera toda la noche y cocina tus waffles a la mañana siguiente. Este proceso de fermentación en frío beneficia muchísimo el sabor.
- Cocínalos con anticipación y guárdalos en la nevera en un recipiente hermético (también puedes congelarlos). Cuando vayas a comerlos, puedes recalentarlos en el horno o en un tostador. No es necesario descongelarlos antes de recalentarlos, quedan como recién hechos.
Sin más, aquí les dejo la receta.
Con amor, Mary.